El Aturdimiento (2)

El Poder, por más que quiera comprenderlo y abrazarlo todo, termina por ejercerse en solitario y entonces se parece mucho –al menos en sus consecuencias y privilegiosa la Muerte. El ser que ejerce el Poder o a través del cual el Poder fluye, posee un rango muy parecido al predicado para el cadáver en muchas culturas: está aislado para no contaminar-se o tal vez para ser protegido de los cortocircuitos energéticos que el Poder produce. Como los Muertos, quien ejerce el Poder reside en un entorno desde o hacia el cual no se establecen sistemas de reacciones biunívocas, sino tan solo aquellas que corresponden al fluir del Poder. Su agente permanece allí, absorbiendo parte de las emanaciones de ese rio desbordado que también puede destruirle a él si se le acerca mucho o si lo maneja indebida e imprudentemente. Desde dentro, al que ejerce el Poder, el entorno que lo rodea y teóricamente le resguarda de lo de afuera, se le aparece como frágil, quebradizo y fácil de tomar por asalto. Inversamente, desde fuera, para los pacientes del Poder, el recinto desde donde éste mana surge sobre el terreno como una fortaleza inexpugnable, hostil y amenazadora, únicamente preocupada en escupir el Poder hacia ellos. Semejante doble perspectiva según unos u otros, es parecida a la que se tiene desde el mundo de los vivos respecto al mundo de los muertos y viceversa. Pero el principal objetivo del Poder es modular el mundo que rodea a la fuente de la que surge, sin que ello suponga –y esto es muy importanteque se manifieste intención de modificaciones ni de cambio alguno en el recinto-fuente en sí. Es más, si se expresan intenciones de cambio en ese recinto-fuente, ello podría suponer el principio del fín para el sistema. Aunque los cambios verdaderos son, más allá de las intenciones en uno u otro sentido, inevitables a la larga –debido al incremento de entropía social de la organización compleja de la que dicho sistema forma parteel Poder intenta por todos los medios a su alcance que los cambios no se anuncien ni sean siquiera imaginados o, cuando menos que, de producirse dicha intención, la